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El aburrimiento tiene cara de sándwich

Hoy es mi cuarto sábado en tratamiento para bajar de peso y de paso, intentar arreglar muchos de los asuntos que me han llevado a comer de más. Y es mi primer sábado en casa. He escuchado que quien logra cuidarse bien durante 8 fines de semana tiene mucho mejor pronóstico de salir triunfal de esta esforzada aventura.

Al empezar el tratamiento, pensé que salir de casa sería la muerte de la dieta, pero resultó que me preparé super bien con lo adecuado para comer y muchas actividades entretenidas. Al estar en la playa, tomé largas caminatas con el sol tierno de la primera mañana y luego al atardecer. Jugué como niña en las olas y atendí a mi familia, yendo de aquí a allá. Cociné lo que me tocaba.

Pero ahora que estoy en casa, todo está igual, a no ser las incontables obligaciones de la semana. Amanecí cansada y hambrienta, pero me obligué a llevar a mi hija a hacer servicio a la comunidad, y para variar, en lugar de correr como hámster en círculos por mi colonia, bajé a barranquear como cuando era más joven. La cama me llamó a cada momento, pero luego recordé que tenía que ir a enmarcar unos cuadros y luego recoger a mi hija. Luego, el almuerzo. Pero a la tarde, sin nada que hacer, volví a mi pasatiempo favorito de fin de semana en la ciudad: la maratón de Netflix.

El primer capítulo de la serie (o los primeros tres o cuatro) todo iba bien. Luego, empecé a notar que en la serie, celebran con vino. Comen en restaurantes exóticos y tacos de barrio también. Van al cine y comen poporopos. Preparan sándwiches. Todo se ve apetitoso. Los ojos se me clavaron en la comida. Cual salvada por la campana, sonó la alarma que recordándome mi refacción. Mientras bajé a pelar mi naranja y poner café, medité que eso de estar aburrida y desocupada es la receta del desborde perfecto. Y me dio vergüenza pensar que he aguantado cual soldado ninja varios eventos sociales, pero el aburrimiento tiene cara de sándwich.

No tengo ganas de hacer nada en este momento, pero la cabeza ganó y saqué mi teléfono para hacer la lista de las cosas que, cuando tengo energía y estoy de buenas, pienso que quiero hacer. Me di cuenta que quiero imprimir fotos nuevas para los cuadros de mi casa, porque ya están bastante obsoletas. Se acercan las vacaciones de los hijos y quisiera planear actividades alegres. Hace meses que quiero ir al vivero para cambiar unas plantas que están muy feas. Veo alrededor y encuentro desorden por todos lados. Hay una montaña de facturas que organizar y un closet que da pena. Pronto será fin de mes y tengo que empezar a hacer las cuentas. La tarde está hermosa y si estuviera siendo yo misma, estaría buscando quién juegue bádminton conmigo. Al menos, abrí mi compu para contarles lo que me está pasando.

Así que lo que sé que necesito hoy es distancia de mi cama y de mi tele. Y empezar a hacer algo. Estoy segura de que una vez empiece, me voy a encarrilar…. ¡Pero qué pereza dar el primer paso! Suena la voz de Marcelo en mi cabeza:

"El primer paso no te lleva a donde quieres ir, pero te saca de donde ya no quieres estar"… Y como no tengo ganas de dar ese primer paso, esperaré alguna intervención divina que me aleje de mi nido de confort.

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