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Cambio de decena

Hoy hace 53 días que empecé este tratamiento y no me siento nada bien. Ayer pasé todo el día afuera y llevé sol. Sobreviví dos ocasiones sociales que sirvieron pastel y pizza, con ayuda de mi lonchera. Una antigua y seria dolencia se manifestó de nuevo y me di cuenta que por hoy, necesito darle un descanso a mi cuerpecito, que se está esforzando por apoyar las metas que puse para mí misma.

Sintiéndome con ganas de consentirme con chocolates y comer como si no importara nada, me subí a la pesa, que amablemente me contó que hoy cambió de decena y que hoy cumplí 20 libras menos. 20 libras en 53 días. Una libra menos cada 2.6 días, en promedio. La última vez que tuve este peso fue hace 5 años, pero el cuerpo es distinto a hace 5 años.

Luego de desayunar y bañarme, me decidí a meterme de nuevo a la cama y dormir. Nunca hago eso, pero hoy, necesito consentirme.

Bajar estas 20 libras, mas las otras 10 que bajé por mi cuenta, o sea 30 libras, ha sido como dar a luz una nueva yo, sólo que en lugar de 12 horas de parto, han sido sólo tres o cuatro horas…cuatro veces al día, por 53 días.

Los dolores de parto también han sido diferentes. En este caso, han sido tripas crujientes, cabeza necia, antojos que me he negado, ejercicio que he hecho más por disciplina que por motivación, bajadas de presión y de azúcar y una pelea constante conmigo misma de decirme que no. También ha sido una lucha de voluntad en el super, alejarme de la cocina y reinventar mi horario para que me ocupe con cosas ajenas a la alimentación de la familia.

Esta labor de parto no me ha dejado una nueva yo, sino que me devolvió el cuerpo que tenía yo hace muchos años. No el cuerpo de mi época más delgada, pero sí el que no tenía lonjas ni llantas y todo estaba en su lugar. Ese que al pararse puede dejar caer rectos los brazos a 90 grados de los hombros y no se le chocan con las caderas. Ese que empieza a parecer más reloj de arena que bolsa de queso spread.

Este mi nuevo-antiguo cuerpo, como bebé, es frágil y requiere tantos cuidados como un recién nacido: alimentarlo cada 4 horas sólo con lo que debe dársele, cuidar que todo esté bien, darle sus vitaminas y dedicarle mi atención amorosa 24/7. No es algo definitivo y sé que tendré que cuidarlo siempre si no quiero avanzar en libras y en años de nuevo.

Hoy cupe en el vestido que debo tallarme dentro de dos días, el mismo que usé hace 6 años para la graduación de mi primer hijo. Dicho sea de paso, en esa ocasión también tuve que ponerme a dieta para caber en él.

Aún sintiéndome un poco débil y cansada, fue un gozo pasear por el closet y descubrir que ese vestido ya me queda. También resucitaré el que usaré en la misa de graduación –era de 1998… o sea, existía en mi closet antes de que se cayeran las torres gemelas en NYC- y el del acto de graduación de 2011. Es como jugar de traer de nuevo el pasado y ser más joven otra vez. Hoy, con 45 años, me quedó un vestido que usé a los 39. Eso jamás, nunca en la vida, me había pasado. Y fue mejor medicina para mi alma que cualquier cosa que se compre en la farmacia.

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