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Jo de la selva

¡Qué días más maravillosos! Fui de paseo por la biósfera maya. Subí pirámides, caminé en parques nacionales, me lancé de canopy, caminé en puentes colgantes a la altura de las copas de los árboles, vi de cerca monos, pizotes, tucanes , tortugas, lagartijas y mariposas.  Convencí a varias tortugas de que llegaran a donde estaba para alimentarlas.  Mi corazón vibró al ritmo de los aullidos de los saraguates.

Subí a la cima del mundo.  Escalé más de 200 pisos. El aire puro sopló mi cabello y me sentí envuelta en alegría y amor familiar. Y nuevamente, lo mejor fue lo que no llevé: las libras que ya bajé.

Los únicos recuerdos que tendré de este viaje son las fotos, y en la fotos estoy más delgada. Y todo eso es lo que quiero recordar.

Lo que no quiero recordar es lo extraña que me sentí cuidándome lo que como en esta vacación. Para mí, vacación es vacación de todo: no emails, no teléfono, pero no comida es imposible.  Gracias a Dios me preparé llevando frutas, palitos de queso y latas de pollo y de maíz, porque si hubiera tenido que comer en restaurante los tres tiempos, seguro hubiera metido la pata con más frecuencia, en la cantidad o en el tipo de alimentos.  

Esta vez, tuve que ausentarme de la mesa en muchas ocasiones, y eso me hace sentir mal como mamá y como esposa. En otras fui y probé lo que no debía, lo que me hizo sentir mal conmigo. Subí casi 4 libras en 4 días, entre retención de líquidos y otros problemitas.

Eso de cuidarse estando de vacaciones no me gusta para nada.

Pero ya pasó, y las fotos quedarán.  He aprendido mucho y ojalá dentro de algún tiempo, pueda viajar con la certeza de que puedo cuidarme bien.  Por ahora, falta mucho que reforzar, pero tengo la esperanza de que estar en adelgazamiento no es para siempre. Si lo hago bien, terminaré en unos meses y entonces aprenderé a ser delgada para todo lo que me quede de vida.

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