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Prueba no superada


El cuidado tiene un lado B. Normalmente trato de contarte todo lo bueno, lo aprendido, lo superado…pero a veces, me siento algo farsante. No me siento bien divulgando que a veces me rebelo y decido pensar que ya fue suficiente, que un poquito de esto o de aquello no va a hacerme mal. No te cuento que a veces se me desenchufa la cabeza y juego de que puedo comer “como gente normal”. No te cuento tan seguido que a veces me enredo en mis pensamientos , entre lo que quiero y lo que necesito, que me canso, que me cuesta motivarme cada día para elegir lo que es bueno para mi, y que aún me siento bicho raro por tener que hacerlo...que al fin me quebré.

Lo que sí te he contado es que he encontrado mil maneras diferentes de fallar, que llegar a mi peso saludable es lo más difícil que he logrado en la vida y que me ha tocado reconocer mis limitaciones y tener que ingeniármelas para ir superándolas, que en mi edad adulta que necesitado aprender a ser obediente.

Odio tener que darle la razón a los escépticos que me han dicho que sostener el cuidado toda la vida es imposible, o que lo difícil es mantenerse. Sé que no lo es, porque conozco gente que lo ha logrado. Lo que también sé es que para mí, el tiempo no ha hecho que sea más fácil cuidarme. La responsable de mis complicaciones he sido solamente yo.

En mayo me salí una libra por encima de mi rango y no logré volver al mismo. En el fondo, esa librita de más me gustaba, me hacía sentir más cómoda. Hoy no es 1, sino 12. 10 libras son una talla. Bajar las últimas 10 libras me tomó 5 meses de cuidado el año pasado. Subir esas 10 libras, 40 días… desde que volví de Barcelona hasta hoy.

El peso de hoy me confirma una vez más que la tendencia al alza es real, y no va a detenerse por arte de magia. Algo está pasando conmigo que no logro hacer todo como debo. Sé lo que tengo que hacer y simplemente no me da la gana.

Excusas válidas para abandonar un ratito el cuidado hay muchas: alegrías que se celebran, angustias que se consuelan, penas, tristezas, estrés, … en otras palabras, lo que ocurre en la vida. Súmale a eso el cansancio de ir en contra de mi propia naturaleza y es la receta para el desastre.

Quizás para mi, la dificultad para mantener el peso radica en que mi cabeza me dice que no es lógico seguir cuidándome tanto, que ya me merezco soltar un poco y disfrutar. Veo que hay gente que come de todo y se mantiene. La realidad es fría y contundente: yo no soy como los demás. Yo me descuido y subo de peso. Cada travesura tiene su factura. Si me salgo del plan, puedo subir 3 libras en un día… y no vuelvo a bajarlas. Lo que fácil viene fácil se va no aplica a las libras.

Este problema con el peso es para mí un problema de rebeldía, de necedad, de querer hacer las cosas a mi manera, de querer mandar yo, de falta de aceptación de que mi cuerpo requiere de un plan rígido, constante y estructurado para poder estar bien.

Lo que me sirvió antes para lograr hacer las cosas bien no me está sirviendo ahora, y temo que me estoy quedando sin formas nuevas de motivarme a hacer lo que me toca.

Pero no me quiero rendir. No quiero abandonar.


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