Como el jardín del vecino
Mi vecino tiene un pequeño jardín en la entrada de su casa. Es un hermoso trozo de naturaleza domesticada. El señor jardinero que lo cuida, lo mantiene como manicura perfecta. Siempre lo veo sonriente y ocupado, cuando salgo en la caminata matutina con mi perra.
-¡Ya pasó la etapa de recoger las flores marchitas! -le dije. -Veo que ahora toca recoger las hojas secas.
El sonrió, rastrillo en la mano, y seguimos: él a lo suyo y yo a lo mío.
Ese jardín tiene un enorme árbol de fuego y hoy me sorprendí de lo parecido que es el jardín del vecino a mi cuidado: Si pasas apresurado, puede ser que ni lo veas. Otros pasan enfrente y admiran la belleza de ese parche verde y armonioso. Y otros, como yo , lo visitan y a pie todos los días, y quizás notarán las sutilezas del cuidado: por unos gloriosos días, el majestuoso árbol de fuego se manifiesta en todo su esplendor, pero tienes que verlo desde lejos, porque es tan alto. Conforme pasan los días, se va viendo igual de hermoso, pero cuando caminas bajo su sombra, notas que algunas flores se han caído y dejan una bella alfombra naranja en el suelo.
Recién caídas, las flores son fáciles de recoger. Pero si las dejas en el suelo un día a dos, las flores se aplastan, se ponen cafés y se pegan al suelo. Cuesta limpiarlas. Son meses de flores en la copa y en el suelo. Son meses de mucho trabajo para mantener limpio el suelo. Luego ya no hay flores nuevas y las de la copa se van desprendiendo todas. Finalmente, el árbol deja de florecer y se queda solo con hojas. El trabajo de limpieza de las flores caídas termina, pero al poco tiempo empiezan a secarse y a caerse las hojas. Cuando ese periodo acabe, saldrán hojas nuevas, botones, y flores. Las flores se abrirán y empezará de nuevo el ciclo.
Ese jardín además tiene plantas rastreras y arbustos que se mantienen verdes todo el año, que no se inmutan. Solo necesitan los cuidados normales de abono, agua y poda. Esos son hermosos. El árbol, majestuoso.
¡De ese jardín pequeño aprendí tanto!
Para alguien, es importante: su dueño destina espacio, recursos y personal para que se mantenga hermoso. Sin duda lo hizo para él y su familia, pero alegra el vecindario y embellece mi cuadra. Es una constante en mi día y me encanta.
Mi cuidado, como el jardín, tuvo que sembrarse algún día, y cuidarlo con constancia y con cariño. Como las plantitas, tuve que elegir lo que se acomodaba a mi tipo de clima y de tierra, y requirió cuidado constante y paciencia ayudar a que las plantas prosperaran. Así fue mi descenso de peso, seleccionando, cuidando y creyendo. Puede ser que quienes me ven, no registren mi presencia. Otros, pensarán que me veo en armonía, y otros , como tú, conocen el trabajo que me lleva, porque me ven con frecuencia, como yo al jardinero.
Ahora que se estableció la armonía en ese pedazo de tierra, el cuidado es distinto, pero necesita ser constante. Como mi cuidado, el jardín tiene ciclos, hay etapas y eso está bien. También tiene elementos que no se inmutan. Aunque es un jardín logrado, siempre requiere trabajo. Si al jardinero no le apasionara ese jardín, poco a poco lo iría descuidando, y lento pero seguro llegaría la maleza, la sequía, la basura y el descontrol. Veo que como el jardinero, yo también debo aceptar el trabajo, abrazarlo con naturalidad y cariño, sabiendo que hay ciclos, que no siempre es todo igual, y hacer lo que me toca con amor y con constancia, para mantener mi resultado bello y armonioso.