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Esperanza en el probador


Creo que me equivoqué. Hace meses compré el atuendo para una ocasión a la que iré el viernes y ese día me estaba sintiendo más valiente que hoy. Así que, con cargo de conciencia, decidí ir a buscar otro. No tengo nada de lo que me quedaba antes, gracias a Dios, así que tuve que hacer las paces con ir de compras una vez más. Me fui a regañadientes. Yo no disfruto jugar de vestirme. Me parece muy vano todo lo que tiene que ver con verse bien para ocasiones sociales que son un poco impuestas.

Creo que el gozo inicial de verme en tallas más pequeñas poco a poco ha sido reemplazado por mi frustración de seguir unas cuantas libras sobre mi techo. Una vez más, me he conectado con ese sentimiento de no estar suficientemente bien, necesitar bajar otro poco, la historia de mi vida. Es sumamente molesto.

No pude pedirle a mi hija que me acompañara de cacería esta vez.

-Señorita, ¿puedo pedirle un favor? ¿Seño?.... ¿Seño?.. - No estaba la vendedora en el cambiador.

-¿Hay alguien aquí? -Pregunté detrás de mi cortina

-Si -me respondió la voz de otra compradora.

-¿Puedo pedirle un favor? Usted no tiene interés en venderme nada, así que quisiera pedirle su opinión real y cruda acerca de este vestido. ¿Me ayuda?

Salí de mi cortina y ella de la suya. En sus ojos vi una chispa de admiración. Una vez más, vi esa mirada que podría haber sido mía hace dos años, que mezclaba su deseo inalcanzable de estar de mi tamaño y la vergüenza de estar del suyo.

-Te ves espectacular. ¡Te queda hermoso! Ya quisiera yo estar como tú-. Me dijo, mientras bajaba su mirada al suelo.

-Si realmente lo quieres, puedes. Le dije. Hace dos años, yo usaba la misma talla que tú.

-Imposible- me dijo. Entonces, le mostré fotos.


Aún así, parecía incrédula.

-¿Podemos hablar con la confianza que nos da haber pasado por lo mismo?- le pregunté.

El idioma español es muy rico, -le dije.- Tiene dos verbos distintos para lo que en inglés solo existe uno: “to be”. En español existe “ser” y “estar”.

-“Ser” es una condición inalterable. “Estar” es transitorio. Por ejemplo, hoy es martes y estoy contenta. Nada cambia que es martes. El estado de ánimo sí cambia de momento a momento, ¿Verdad?. Usted es una mujer hermosa y joven, está un poquito pasada de peso. No hay vergüenza en eso. Sin duda, usted es una mujer que ha luchado por su familia, que tiene muchas virtudes que no se ven a simple vista. El peso es sólo un estado que puede cambiar-. La vi con ternura, porque mis ojos ya pueden imaginarla cómo se verá con el peso de menos.

-¿Y cómo lo lograste? Me preguntó, con timidez.

-Me di cuenta que todas las dietas sirven, pero yo no servía para seguirlas. El problema era yo. Busqué y encontré un sistema que me ayudó a bajar a pesar de mí misma. Me dediqué tiempo, dinero y esfuerzo, como se lo habría dedicado a un ser que amo.

Le di mi teléfono y el de otra tienda de vestidos donde ella podría conseguir lo que buscaba.

No sé si llamará. No tengo su teléfono. Me gustaría agradecerle el rato que compartimos, hablando con honestidad, sin vergüenza. Me gustó hablar con ella como alguien que ha estado en sus zapatos y recordar que bajar de peso, con todos los esfuerzos, dinero y tiempo que significa no es vanidad: es animarnos a esforzarnos por conseguir una vida mucho más agradable, donde podemos levantar los ojos del suelo para vernos a los ojos, habitar un cuerpo que es congruente con lo que somos por dentro, vernos y sentirnos de la edad que de verdad tenemos, o más jóvenes, poder decidir en qué actividades queremos participar, qué ropa vestir, cómo queremos vivir. Si poder hacer todo eso tiene el precio de cuidar lo que comemos y el ejercicio que hacemos… yo creo que vale la pena. Gracias por recordármelo, compañera.

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