El momento de la verdad
Hoy traté el escrito de ayer en el programa en vivo con Marcelo. La idea de si uno es adicto o no a la comida. No uno. Yo. Si yo soy adicta a la comida.
No sé ni cómo empezar a redactar todo lo que estoy sintiendo. Tengo una sensación física en el cuerpo que dice algo así como “oh cielos”. “Vaya”. “Wow”. “Qué fuerte”. En palabras de hoy: OMG!
Antes de contarte el dictamen final, quiero compartirle algunas de las reflexiones que generé a partir del escrito de ayer.
Yo decía que no soy adicta a LA comida, sino que algunas comidas me causan compulsión y me ganan la batalla de la voluntad. Ahora te pregunto: ¿Si un drogadicto pierde el control con una sola sustancia y no es adicto a otras, como por ejemplo, alguien que sólo es adicto a la cocaína pero no tiene problemas de marihuana o de analgésicos, aún así se le llama adicto?
¿Cuál es la diferencia entre alguien que considera que a veces se le va la mano con los tragos y alguien que se considera alcohólico? Yo creo que el alcohólico, si es responsable, no se pone en situaciones de riesgo. Por ejemplo, no acepta consumir ni un trago, porque sabe que puede perder el control y que eso puede tener implicaciones catastróficas. El otro, en cambio, sigue jugando con el alcohol, poniéndose en riesgo, creyendo que lo controla y que saldrá airoso y sin complicaciones.
Marcelo me preguntaba hoy: ¿Pero de qué te sirve saber si eres o no adicta a la comida? Con que te trates como debes ya estás haciendo las cosas bien, sin importar el nombre que tenga. Pero sí importa el nombre. Importa mucho. Como en el caso de la bebida, no es lo mismo tomarse uno riesgos, jugar con el peligro, que saber que el peligro y el riesgo es muy, pero muy real y que si no atendemos esta adicción, el peligro es de muerte. La obesidad no mata, pero sí matan los efectos de la misma. Y si yo tengo una adicción que me lleva inexorablemente a la obesidad y a la muerte, no puedo jugar con ella. Yo tengo dentro una diva que en cuanto bajo un par de libritas empieza a convencerme de que ya puedo comer esto o aquello, y tengo una araña que en cuanto puede, se apodera de mi cabeza y de mi voluntad. Si resulta que al contrario de lo que he creído hasta hoy, sí soy adicta, todo cambiaría. No podría seguir jugando al desborde y tomando riesgos. Si lo fuera, entonces la cosa cambia por completo. Es un poco como estar embarazada o no: ser mamá o no serlo hace toda la diferencia entre una forma de comportarnos y otra.
Marcelo habló acerca de ciertos indicadores que muestran adicción a la comida. No sé si no los dijo todos o yo no pude poner atención después de recibir la noticia que me cayó como sartenazo en la cara: “Yo diría que sí, Jo, sí tienes todas las características de un adicto”.
Y esta sentencia hace toda la diferencia. Me siento como si hubiera sido diagnosticada de una enfermedad mortal y estoy en shock. Pero lo entiendo. No soy adicta a todas las comidas pero algunas me causan mucha compulsión y pueden sacarme de mi cuidado. Entender que SOY adicta me ayuda a tener fortaleza ante los demás que me ofrecen consumir lo que no necesito, porque sé que esto no es un juego. Es algo que tengo que aprender a controlar y a convivir con ello. Necesito aprender mucho acerca de esta condición.
No sé cómo será vivir sabiendo que tengo esta adicción, aunque he vivido con ella aunque no le haya puesto antes este nombre. Lo que sí sé es que no tengo que saberlo hoy, ni mañana. Lo único que sé es que el tratamiento consiste en hacer todo bien, aunque no entienda todo bien. Ser estricta y no tomar riesgos ni ahora ni al llegar al mantenimiento. Ahora entiendo que tengo que llegar porque esto no es juego y porque en el proceso iré aprendiendo lo que tenga que aprender si tomo mi vida en serio, y si me amo lo suficiente para cuidarme.
Cuando llegue al mantenimiento, si llego (y esa es mi intención) sin duda aprenderé otras cosas para poder comer casi como si fuera una persona normal, para disfrutar los alimentos que durante el adelgazamiento no podré permitirme. Por ahora, obediencia, humildad y seriedad.