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Dándome a la fuga

El día empezó bien. La pesa me trató de forma benevolente y planeé todas mis actividades, dispuesta a pasar un día en continuidad y a terminarlo de forma victoriosa.

No sé qué me pasó en la calle. Iba a hacer mandados cuando se me metió en la cabeza el condenado derretido de queso. Podía incluso olerlo. Llovía y el tráfico era insoportable. Tras una hora queriendo llegar a mi destino, abandoné el intento, di media vuelta y me dispuse a emprender el camino de regreso sin haber logrado nada.

Llevaba el derretido metido en la cabeza y no ayuda que hay McDonald´s por todas partes. Un pequeño desvío hacia cualquier punto cardinal me llevaría a la meca de la comida rápida. El diálogo interno fluía: “¡No pases! Recuerda lo que quieres. Esto es un berrinche. No cedemos ante los berrinches. Estás cerca de cambiar de decena en la pesa. ¡Recuérdate!” Pero la verdad, cuando entra el berrinche, no pasa por la cabeza.

La calle me atacaba con anuncios de comida por todas partes. No lograba pasar el berrinche por la cabeza, así que cual cobarde, me di a la fuga y volví a casa.

Como diría el viejo y conocido refrán, “Es mejor decir aquí corrió un cobarde, que aquí murió un valiente.”

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