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No volveré a comer como antes


Acabo de caer en la cuenta de esta es una certeza para mí. Cuando llegue a mantenimiento, no volveré a comer como comía antes, porque la forma en la que comía, me llevó al sobrepeso, a la vergüenza, a la nostalgia, a la tristeza, a sentirme incapaz de cuidar de mi misma. Y si no quiero volver a comer como comía, vale la pena recordar cómo comía, para tener una lista de lo que no quiero volver a hacer. Es cierto, comer da placer, acompaña, quita el aburrimiento, nos hace sociales, nos gana elogios cuando lo que comemos es un platillo que nosotros hicimos, y nos ayuda a demostrar cariño. Por eso, dejar de comer como comíamos requiere generar otro montón de estrategias para que todo lo bueno que nos generaba la comida, lo consigamos por otros medios.

Llevo 7 meses comiendo de forma bastante estable, y eso me ha ayudado a identificar qué es lo que me hacía mal, y no quiero volver a repetir.

  1. Comer como si no importa. Decirme que esto que me estoy metiendo a la boca no afecta en nada. Ahora sé que si.

  2. Comer lo que me gusta, con frecuencia. Eso se acabó. Mi nueva comida favorita es la que NO me encanta… porque de la que me encanta, siempre quiero más. La que me encanta le abre la puerta al lobo feroz que llevo dentro. Y una vez la comida deliciosa le abre la puerta, me cuesta mucho volver a guardarlo. Comeré lo que me gusta pero como excepción, no como regla.

  3. Ajustar mi horario de comida al de los demás: Yo desayunaba y almorzaba con mi esposo. Refaccionaba y cenaba con mis hijos y en familia, a la hora que todos llegaran. Eso significaba pasar hambre por largos ratos, o empezar a picotear esto y aquello hasta que llegara el tiempo de comida. Ahora, yo tengo mis horarios estrictos de 4 o 5 comidas al día y sé bien qué es lo que me toca comer. Esos horarios los adapté al horario de mi casa… pero si los demás por quienes hice el horario no llegan a tiempo, no los espero. Como lo mío y luego los acompaño con un café. Cuando como en mis horarios, evito tener picos de hambre que me llevan a devorar como en el punto no. 1

  4. Comer por compromiso: Eso era para no caerle mal a mi anfitrión. Ahora como por compromiso conmigo misma, lo que yo elijo.

  5. Comer comida rápida por placer o cuando me daba hambre en la calle. Es un hecho, la comida rápida tiene muy pocas cosas saludables y es un asalto al sentido visual, gustativo y olfativo. Por eso debo mantenerme alejada de esos antros. Para no caer en la tentación, siempre llevo mi refacción y mi pachón en el carro. El único antojo que me permito al estar en la calle, es un capuchino o un suculento skinny vanilla frap. Mmmm…

  6. Cocinar alimentos saludables en casa, pero permitirme alimentos no saludables como complemento: Eso ya no lo haré: café con galletas, por ejemplo. Al menos no por ahora, porque lo rico me desata compulsión. Hasta que aprenda a manejarlo, está suspendido.

  7. Cocinar cantidades grandes de cosas deliciosas: Porque si lo hago, quedan sobras que me comía felizmente y a poquitos durante muchos días. Si ahora habrá pastel, por ejemplo, compraré o cocinaré lo justo para que no sobre, o repartiré entre mis invitados lo sobrante para que un desborde no se convierta en muchos más.

El mayor desafío que enfrento con esto es que yo estoy bien con mis nuevas disposiciones, pero no he desarrollado tolerancia a ver lo que los demás comen, o a cocinar para los demás lo que no quiero permitirme comer. Todavía necesito poner distancia física de la comida que me atrae, y eso se me está haciendo duro conforme se acercan las celebraciones de fin de año. Por eso, lo que estoy haciendo por ahora es no declarar iniciada la temporada de festividades todavía. Estoy en compás de espera, y creo que eso será bueno para todos. A menos días de festividades, más días de control.

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