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Delgada, ¿Para qué?




Delgada para poder andar en patineta o dejar a alguien boquiabierto en un funeral… no es lo que yo hubiera pensado. Yo diría, por salud, o para estar bonita. Pero resulta que todos los días caigo en cuenta de que ese día en especial, de algo me sirvió estar delgada.

Cuando inicié mi tratamiento, no sé si por ingenua o por escasa de cerebro, yo creía que necesitaba estar delgada para poder ponerme un vestido dos tallas más pequeño para la graduación de mi hija. Pero he descubierto una infinidad de ocasiones en las cuales me ha servido estar delgada. La principal, sin duda, ha sido para presentarme ante el mundo sin sufrir de vergüenza. Eso se traduce en seguridad en mi misma. Pronto publicaré otra entrada para que tratemos lo útil que puede ser la vergüenza.


Pero yendo a casos concretos, estar delgada me ha servido para muchas cosas. Te cuento algunas:

-Delgada, para comprar ropa en tiendas de tallas normales (primero 12, luego 10, luego 8 y sospecho que ahora 6)

-Menos gorda, para poder prestar mi ropa a mis hijas o pedir prestada una chaqueta en caso de frío y no sentir que me queda como camisa de fuerza.

- Más atlética, para gozar de vacaciones de aventura sin dañar mis rodillas y sin miedo a no caber en un sillón o a pesar demasiado para alguna actividad.


-De tamaño normal, para animarme a volver a salir en las fotos, en lugar de quedarme siempre de fotógrafa.

-Más delgada, para rescatar ropa que me encantaba y me recordaba épocas en las que me sentía capaz de lo que fuera.

-Con peso normal, para ir a presentaciones en la universidad de mi hija sintiendo que podría pasar por mamá que se dedicó a su carrera, en lugar de quedarme en casa para criar a mis hijos.

-Con una talla aceptable, para disfrutar de ir de compras y al fin empezar a actualizar mi guardarropa.

-Con un índice de masa corporal saludable, para tener paz mental, tras enterarme que una amiga que es menor que yo fue diagnosticada con diabetes y será insulinodependiente el resto de la vida.

-Con menos peso, para decirle a una niña de 8 años que con gusto la ayudaba con su patineta, pero si me la prestaba… y sentir de nuevo los nervios de calcular si iría a estrellar la cara en el pavimento o aprendería a frenar.

-Más joven despistar a quienes no me conocen, y crean que mi hijo mayor es mi hermano :)

-Retrocediendo a la edad metabólica, para disfrutar de las miradas de amor de mi esposo, que 25 años después de casarnos ahora en privado me dice “flaca”.

-Mejor que cualquier recuerdo que tenían de mí mis hijos, para mostrarles con mi esfuerzo que es posible trazarse metas y hacer lo necesario para cumplirlas, y que el mérito no es llegar a la meta sino intentarlo día a día.


Quisiera poder agregar un uso más:

-Para vencer de una vez y para siempre esto para lo cual me he sentido tan incapaz durante los últimos 15 años: cuidar mi peso.


Pero eso aún no lo he aprendido. Sin embargo, he aprendido al menos dos cosas:

1. Estar delgada no es algo que yo tenga garantizado, sino que tendré que fabricarlo todos los días, así como maquillarme o secarme el pelo si quiero estar presentable. No me viene ni me vendrá de gratis nunca más. Implica muchas cosas como elegir lo que me meto a la boca y hacer ejercicio sí o sí.

2. Me faltan muchas ocasiones para las que quiero estar delgada: Si bien cumplí con el sueño de caber en el vestido aquél, tengo muchos eventos más para los que quisiera estar viva, sana y por qué no, hermosa: me falta una graduación de colegio, cuatro de universidad, cuatro posibles bodas de hijos, con todos sus eventos. Si Dios quiere, varios bautizos de nietos y todos los amaneceres que Dios me permita a la par de mi querido esposo. Faltan idas a la playa, fotos cotidianas, jugar en el suelo con mis nietos algún día, y muchas ocasiones que aún no puedo ni imaginar.


Necesito entonces estar delgada… para todo.


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