Pensando como flaca
Entré feliz de la calle. Son las 9:30 de la noche y vengo cantando y dando pasitos de baile, como tonta… porque tengo los audífonos puestos. Hoy no caminé 10mil pasos. Caminé 11mil, y vengo sonriendo. Ahora voy a la cocina. Abro la despensa y saco tres latas de pollo y otro tanto más de maíz en lata. Busco edulcorantes cero calorías, chía, gelatina de dieta, un pachón, trastecitos para la mochila, tazas medidoras, pesa de viaje para alimentos . Pasado mañana me voy y ahora me parece lo más natural empacar lo que me sirve para mantener mi cuidado. Antes que nada, puse en mi maleta ropa para hacer ejercicio, una pesa de viaje y algo con qué mantenerme entretenida. Hoy eso me parece normal.
Esta mañana me encontré antojada de comer comida rápida. Asaltaron mi cabeza imágenes insistentes de eso que quería comer. Vi el reloj y caí en cuenta de lo que pasaba: tenía hambre porque se me había atrasado una hora de comida. Cuando terminé lo que estaba haciendo, me dirigí a casa y pasé a un restaurante de comida rápida porque mi acompañante tenía mucha hambre. Justamente pasé al antro de mis antojos, pero no pedí nada para mi. Tomé mi pachón con dignidad y respondí al ofrecimiento de “¿Quieres un poquito?” con un firme “no, gracias”.
Ese “no, gracias” fue real. De verdad no quería comerlo porque sabía que una mordida sería insuficiente: querría más, y aunque me la acabara, me quedaría con ganas de otro. Mejor no empezar.
Por la tarde tenía más mandados que hacer y antes de salir de casa pasé por la cocina y empaqué mi refacción. Todo tranquilo.
Hoy esto no me parece un enorme esfuerzo, y con sorpresa, veo que empieza a hacerse parte de mi vida diaria: sin pleito pero sin pausa. ¡Oh sorpresa! Creo que estoy empezando a pensar como flaca.
No te creas que siempre me resisto a los antojos. A veces caigo, pero ya no es siempre. Hoy hace 6 meses que llegué a mantenimiento y sigo un poco afuera de mi rango pero adentro de mi talla. Tengo malos instintos por dominar pero por ahora, respiro profundo y me doy una palmadita en la espalda, reconociendo los cambios que empiezan a hacerse parte de esta nueva naturaleza que me sirve más que la que traía instalada de fábrica y que quiero que perdure el resto de mis días.