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3. Límites y LÍMITES


“Mi problema no es que como demasiado. Mi problema es que odio sentirme limitada con respecto a la comida”.

Esa es la gran verdad a la que llegué.

Por eso le he estado dando vueltas al tema del límite. Tengo que entender por qué este me cae tan mal y qué hacer con eso.

Ya aprendimos en el post anterior que los límites sirven para dejar adentro lo bueno y afuera lo malo. También los límites nos sirven para saber la medida, lo que es seguro o adecuado, desde los bordillos de los puentes, que sirven para que no nos caigamos al vacío, hasta la forma en que nos comportamos.

Me refiero a los límites internos que todos tenemos. Cierto es que algunos de nosotros tenemos problemas para ponerle límites a los demás, pero en este post solo hablaremos de los límites con nosotros. Si crees que tienes problemas para poner límites a los demás te recomiendo el libro Límites (titulado originalmente Boundaries) de Townsend y Cloud.

Nuestros propios límites son parte de nuestra forma de ser, de nuestra personalidad, ya sea porque eran parte de nuestro paquete genético, porque los aprendimos o porque los adoptamos. Internamente tenemos lo que yo llamo "límites bonitos" y "límites feos". Según mi teoría, los límites bonitos son esos que, ya sea naturales o elegidos, nos hacen sentir bien. Los límites "feos" son los que nos causan conflicto, porque con ellos nos llevamos mal. La vida no reparte parejo ni inteligencia, ni recursos, ni belleza, ni capacidades y podemos sentirnos contentos con algunas de las reglas del juego que nos tocaron -nuestros límites - y con otras no. Puede ser, por ejemplo, que seas tímido naturalmente y a veces eso te moleste porque desearías ser más extrovertido. O que desearías ser de diferente grupo étnico, o tener la nariz diferente, o ser más inteligente. Hay, por ejemplo, personas altas y personas bajitas. Ese es un límite natural que para algunos es agradable y para otros no. Y hay limites naturales que no son tan fáciles de identificar: hay quienes somos impacientes, inconstantes o tenemos aversión al control.

Con algunos de nuestros límites hemos hecho las paces, pero otros nos hacen ruido en el alma y nos molestan. Por eso son límites feos. Algunos límites los elegimos, o nos los autoimponemos: Hay por ejemplo, personas que hablan con palabras soeces y personas que tratamos de no hacerlo. Hay personas que no robarían un banco, pero se llevan cosas de almacenes, mientras hay personas que piensan que robar es robar, sin importar qué, y no lo harían. Los niños, cuando están tristes o frustrados se tiran al suelo a llorar y patalear. Los adultos ya no lo hacemos, aunque nos den ganas. Limitamos qué cantidad de todo es la correcta para nosotros, desde demostraciones de emotividad hasta las amistades que escogemos. Los límites internos -naturales o aprendidos, bonitos o feos- son la brújula con la que navegamos la vida. Por eso dicen que no vemos las cosas como son, sino como somos.

Cuando nos llevamos bien con nuestros límites bonitos, navegamos en aguas calmas. Pero cuando no...se desata la guerra.

Yo, por ejemplo, descubrí a través de mi tratamiento que me llevo muy mal con la necesidad de hacer esfuerzos constantes para cuidarme. Me cae gordo, literalmente. Me reta a cada rato. No me molesta hacer pequeños sacrificios, me molesta la exigencia de ser constante.

Así que mi rebeldía no es con todos los límites: es con los límites que me han sido impuestos y que no me caen bien. Esos son los que yo llamo LÍMITES, con mayúsculas. Esos son los que me molestan, los que me causan rebeldía, los que tengo que aprender a manejar.

¿Cuáles son tus LÍMITES, esos que te causan rebeldía o molestia, esos con los que no te llevas bien? Quizás no tengan que ver con comida... pero es posible que te consueles o te acompañes con comida cuando te toca hacerles frente. No es por nada que a ciertas comidas se les llama confort foods: nos hacen sentir consolados.

Si le damos una vuelta más a la rosca, existen también situaciones límite, lo que se conoce en psicología como crisis. Son esos sucesos que nos mueven el suelo y marcan un antes y un después en nuestra vida. Por ejemplo, un accidente grave, la muerte de un ser querido, un cambio de país, etc. Yo creo que son situaciones límites porque no las vimos venir y no nos gustan. Porque si no las viéramos venir y nos encantaran, y nos cambiaran la vida para bien, las llamaríamos bendiciones. Las situaciones límite, o nos hacen dar saltos cuánticos en la vida, o nos quiebran. Para mi, caen en la categoría de LIMITES porque son situaciones impuestas y desagradables. ¿Te aturdí con tantas ideas? Ciertamente te di en qué pensar, ¿verdad?

Si como yo, logras identificar qué LíMITES te llevan a consolarte con comida, o si tu problema es con los LíMITES en general, tu tarea y la mía es pensar en qué otros momentos has pasado por una situación en la que lidiaste con un límite de los feos, y meditar si te quebraste o saliste fortalecido, para que pensemos qué fue lo que hicimos. Quizás es posible descubrir nuestras propias herramientas para vivir con lo que nos toca de forma más amistosa.

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