Amigarse con el monstruo
¿Alguna vez te ha tocado vivir alguna realidad que todo tu ser rechaza? ¿Esas situaciones límites que vienen para quedarse, se instalan en tu vida y te abofetean? En mi vida ha habido pocas. Puedo mencionar que la muerte de mi madre, o mejor dicho, aprender a vivir sin ella, fue duro; Regresar a vivir en Guatemala hace unos años fue lo más duro que he hecho y me quebró. En esa ocasión tuve que buscar ayuda profesional porque sufría de ataques de pánico y me era muy pero muy difícil estar en paz. Recuerdo que en una sesión con mi terapeuta, después de analizar todas las posibilidades y sentir que estaba sin opciones, exclamé:
-¡Esto es un MONSTRUO! ¿Qué hago para poder vivir con esto y ser yo misma?
-Te aconsejo- me dijo- que aprendas a amigarte con el monstruo.
-¿Cómo es eso posible?!- pensé. Pero le di vueltas en mi cabeza a la idea de aprender a amigarme con mi monstruo y me di cuenta que era conveniente para no enloquecer. Poco a poco, con dificultad y con ayuda fui haciéndolo. Creo que la llave para lograrlo fue saber que era posible hacerlo y que era lo que me convenía para poder volver algún día a ser feliz, a ser yo. Hoy si me puse personal, amigos.
Puede parecer trivial comparar vivir en control de lo que comemos con una situación tan dura como las descritas antes. Pero el tema es que para mí, el hecho de tener que cuidarme no ha sido fácil. Estoy rodeada de personas que se cuidan y he podido comprobar que para muchos, el cuidado tampoco fluye con naturalidad. Existen algunas pocas personas que aprendieron lo que les toca hacer y no les pesa. Sin embargo, algunos, como yo, encuentran resistencias. Cuidarnos es nuestro pequeño Monstruo, con minúscula, pero que nos fastidia las áreas de la vida que tienen que ver con comida. Esta entrada va para ellos, y para mi.
Esta idea de tratar de llevarse bien con el límite difícil, elegido o impuesto, encuentra eco en múltiples exponentes de la psicología. Viktor Frankl dijo que sufrir por sufrir no es virtud sino masoquismo, y que si podemos quitar la causa de sufrimiento, por supuesto que hay que hacerlo. En nuestro caso, nos deshicimos o estamos deshaciéndonos del peso de más, y eso es sabio. Sin embargo, el precio a pagar es cuidarnos con constancia. Eso es el monstruo. Frankl también dice que si bien no podemos elegir las circunstancias que nos toca vivir, (en este caso, nuestra necesidad de cuidado), sí podemos elegir cómo queremos vivirlas y esa es la última de las libertades. No se tú, pero yo quiero vivir feliz. Por otro lado, Jung decía que a lo que te resistes, persiste. En mi lenguaje simple, eso quiere decir que si seguimos peleando con la noción de tener que cuidarnos, no lo superaremos. Así que si metemos todo lo que te he contado en esta entrada en la licuadora, el resultado sería que, ya que no nos queda de otra, porque hemos elegido que lo mejor es cuidarnos, si queremos hacerlo bien, no solo tenemos que hacer las paces con esto, sino aprender a disfrutarlo, a fluir con alegría. Cada vez me convenzo más que la alegría, más que la resignación, es un ingrediente clave.
-Y eso ¿Cómo se hace?- podrás preguntarme. La respuesta, querido amigo, te toca encontrarla a ti. Ya te conté que es recomendable, que es posible y ¿sabes qué más? Puedo asegurarte que el que busca, encuentra cómo. Cada uno necesita sus propias estrategias.
Si necesitas aprender a llevarte bien con tu cuidado, busca cómo. Pregunta. Piensa. Investiga. Tus respuestas llegarán. De lo que se trata es de vivir con nosotros y con nuestras circunstancias de la forma más amistosa posible.