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¿Qué tal volviste del feriado de Semana Santa? Lograste amanecer hoy menos pesada de lo que te fuiste?

Yo pasé 4 días en la playa, de anfitriona, y regresé menos pesada de lo que me fui. Esto me confirma que es posible y disfrutable. No logré hacerlo todo al 100% como era mi plan, pero lo hice bastante bien y como resultado, bajé un poco, y eso es bueno para mi.

Fue mi tercera Semana Santa cuidando mi peso. Creo que los buenos resultados se deben a que me he ido volviendo más experta a base de buenas y malas decisiones. Yo diría que gocé un 80% del tiempo y fue difícil un 20% o menos.

La clave de esta proporción es pensar desde la experiencia completa de vacación en familia, no sólo pensar en la alimentación.

Al vacacionar, es muy útil pensar en qué queremos obtener al final, qué actividades haremos y qué comeremos. En mi caso, quería estar bien con mi peso, pasar días felices en familia, y descansar. Creo que de los tres anteriores, no logré el descanso, pero gocé el cambio de actividad.

Cuando planifico unas vacaciones como estas, tengo ciertas sutilezas que no tenía antes, para evitarme problemas:

  1. Llevo menús adecuados a mi alimentación e indico a mis invitados qué llevo suficiente de eso para todos, a la vez que les hago saber que pueden traer cosas adicionales que ellos deseen.

  2. Empaco mi mochila de “juguetes” sólo para mi: algo que leer, pintar o tejer, materiales para hacer ejercicio. Los juegos de mesa comunitarios son emblemáticos de mi familia, pero también busco oficio sólo para mi.

  3. Acepto que cuidarme es lo que me toca, y trato de no sufrirlo. Invito a quienes me acompañan a hacer lo que hago yo. Si me acompañan, perfecto. Pero si no, lo hago igual.

  4. No ayudo a mis invitados a desempacar. Trato lo que me puede hacer caer como kriptonita.

Creo que estar en paz con lo que hacemos es importante. Aceptar que nos tocó. Claro, desearía no tener que cuidarme de esta manera. Pero hablando con sinceridad, ¿Quién no tiene algún tema de salud física o mental del cual tenga que hacerse cargo? No tenemos el monopolio del sufrimiento los que tenemos que tener cuidado con nuestro peso. A nuestro alrededor vemos gente con presión alta, problemas con el gluten, depresión, diabetes… nosotros nos ocupamos de lo nuestro y ya. Lo curioso es que he comprobado varias veces que la gente se come lo que uno le de: le ofreces comida saludable y se la comen. Les ofreces comida de la otra, y también. Divertido, les ofrecí pesarse en mi pesa todos los días, y eso sí recibió un rotundo no. -¿Quién se pesa en vacaciones?- dijeron, con sarcasmo. Pues yo. Y pesarme me hace bien.

Disfruté de salir a trotar a la playa, de jugar con mis sobrinos, platicar con mis hermanos, jugar en las olas. También disfruté comiendo y bebiendo lo que me hace bien. Mi esposo fue un aliado invaluable. Pasé un poco de incomodidad cuando mis invitados comían frente a mi lo que no quería consumir, pero para eso, distancia. Honestamente, lo más difícil para mí es estar a solas con los alimentos prohibidos. Arreglar la cocina cuando nadie me ve, por ejemplo. Allí me metí un par de goles. Por eso prefiero no estar sola en terreno minado. Tampoco ofrecí vaciar las cajas de alimentos de mis invitados, porque no quería saber qué llevaban. Hay todavía destrezas que necesito aprender.

Hasta aquí, mi historia vacacional pareciera tener un final feliz… volví a casa bien cuidada. Hice viernes y sábado bien, pero ayer metí la pata bien feo. No sé que me pasa. Parece que mi cabeza tiene un tanque limitado de días de buen cuidado, y después se desconecta. Ayer me di una escapada que me pasará la factura, pero hoy voy de vuelta a mi cuidado, con naturalidad, deseando al final de la semana, estar mejor de lo que estoy hoy. Vuelvo a mi cuidado, de tres horas en tres horas, con el fin de conseguir hoy un día bien cuidado desde la mañana hasta la noche. Con eso basta. Te invito a que regreses a tu cuidado con alegría, en paz, sabiendo que te hace bien.





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