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Abrir los ojos



Te sorprendería cuánta gente no se ve a si misma. Por supuesto, se ven en el espejo, se reconocen, pero realmente no se ven objetivamente, sino que tienen algún filtro mental que las hace verse como ellos o ellas creen que están. Por fuera se ven como su cabeza les dice, y por dentro, también. Quizás saben que están un poco pasados de peso, pero no la dimensión del problema. Yo misma, cuando empecé a bajar de peso, no tenía idea de lo mal que estaba. Cuando encuentro alguna foto de esa época (y son escasas), siempre hay algo de tristeza en mi mirada, como que la sonrisa no llegaba a los ojos.

Cuando estamos mal en el peso, ideamos estrategias para no vernos de verdad, aunque sabemos que no estamos bien. De esa manera, evitamos salir en fotos, nos castigamos usando la misma ropa aunque esté a punto de abrirse en las costuras. No nos pesamos, evitamos ir al médico. Si nos preguntan nuestro peso, probablemente pensemos: ¿cuándo? El closet tiene ropa de muchas tallas. Seguro usamos la más grande, pero soñamos con volver a caber en la de antes, esa de cuando nos gustábamos a nosotros mismos.

¿Te suena conocido?

Muchos no tenemos conciencia de nuestras dimensiones. Recuerdo que antes, cuando salía con mis hijos y veía a alguien que estaba algo pasada de peso, les preguntaba en voz baja: ¿Así me veo yo? Realmente no lo sabía. En una ocasión di una capacitación en el que había empapelado la pared y le pedí a los participantes que se dividieran en parejas. Uno se paraba recto de espaldas contra la pared y el o la otra trazaba su silueta en el papel con un marcador. Era interesante ver la cara de los participantes al ver su silueta. No creían que ese fuera su tamaño, sin importar si estaban gordos o delgados.

Una amiga intentó bajar de peso con un programa conocido, pero no lograba resultados. Un día recibió un airado comentario de su nutricionista, quien le dijo: “Su problema para bajar de peso es que tiene una enorme autoestima. Usted se siente bonita con el peso que tenga, pero es hora de que se de cuenta que usted no está gorda. Está obesa: o-be-sa!”.

Yo creo que debe existir algo como una anorexia inversa: los anoréxicos se ven al espejo y se miran gordos. Las personas como mi amiga y como yo, nos vemos al espejo y pensamos: “No estoy tan mal”. Esa idea nos lleva a perdonarnos los excesos y así, el peso va subiendo inexorablemente. Si a eso le sumamos que le huimos a la pesa, cuando finalmente nos confrontamos con nuestro peso, creemos que subió “de la nada”.

Creo que si deseamos tener un peso saludable, el primer paso es animarnos a abrir los ojos, y salir de la negación. Quizá la bofetada que te despierte sea una foto donde al fin te ves, o un susto médico.

Nosotros no somos los mejores jueces de nuestro estado de salud. Por eso, es necesario ir con un profesional de la salud de nuestra confianza, o de comprobado profesionalismo. Él o ella nos verá de forma desapasionada, sin desprecio ni cariño, y nos lo dirá de forma objetiva. Quizás lo que te diga te sorprenda: a lo mejor tienes que bajar muchísimo más peso del que pensabas, o no tienes que bajar tanto. Te mandará a hacer exámenes y éstos también te dirán de forma imparcial si tus niveles están bien o no. Anímate a hacerlo.

Para terminar, te animo a que te peses todos los días. Parece extremo, pero es una excelente herramienta para comprobar día a día cómo está el peso, aprender qué te hace bien y qué no, y si empiezas a cuidarte, a celebrar tus logros.

Adelgazar te evita 62 enfermedades, me dijo una reconocida nutrióloga, entre ellas, algunos tipos de cáncer, accidentes cerebro-vasculares, infarto, diabetes, problemas musculo-esqueléticos, y más. Yo creo que si hemos de morir, amigos, que no sea de algo prevenible.

Ver la dimensión de nuestro problema puede ser atemorizante, especialmente porque la responsabilidad de estar bien recae en uno y en nadie más. La buena noticia es que cuando enfrentas el problema del peso con seriedad y con constancia, aprendes mucho de ti mismo, y la vida se vuelve más bonita. Te invito a que te armes de valor y te peses a partir de mañana, recién levantado y después de ir al baño y así, todos los días. Y si no te has hecho un chequeo médico, anímate a hacerlo. Date la oportunidad de ver cómo de verdad estás, para tomar las mejores decisiones posibles con respecto a tu salud.

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